Pionera en
el mundo de la literatura popular en México y nombrada “Reina de las
Historietas” al crear obras, como: El
pecado de Oyuki , Yesenia, María Isabel, Rubí y Memín Pinguín, además de destacar en el
género de la telenovela e incursionar en el cine, Yolanda Vargas Dulché (1919-1999) fue una escritora con gran empatía hacia sus personajes;
factor que la ayudaba a jugar con las emociones de sus lectores,
transportándolos del enojo a la risa o la ilusión, a través de sus historias.
Autora sui géneris,
cuya obra se arraigó en el gusto del pueblo por cerca de cuatro décadas, y que
ahora el público podrá recordar y disfrutar a través de la Exposición Yolanda Vargas Dulché. Contadora de historias, que presenta el Museo de Arte Popular (MAP), en colaboración con
Editorial Vid y Televisa, del 24 de noviembre, de 2012, al
31 de marzo, de 2013.Yolanda periodista, cantante, escritora, madre de familia y empresaria, todo en ese orden; fue en su momento “una de las mujeres más leídas en el país, comparándose su nivel de audiencia sólo con el de la española Corín Tellado, la escritora más leída en lengua castellana después de Cervantes”,coincide en señalar el investigador mexicano Ismael Flores, egresado de la Maestría en Letras y colaborador editorial en diversas publicaciones.
Sus más de 60
creaciones se han editado en México, pero muchas de ellas también en otros
lugares del mundo, como: Indonesia, China, Japón, Italia, Colombia, Estados
Unidos y Filipinas, país, este último, en donde el Ministerio de Educación
(1985) declaró a Memín como lectura
obligatoria en las escuelas, debido a que “fomenta en los estudiantes el
respeto hacia la familia y las instituciones”.
Cuántos no
recuerdan al menos una de sus historias o han oído y compadecido la suerte de
la pobre indígena llamada María Isabel, llegada a la ciudad con una niña
en brazos, que no es su hija. O se han indignado con las maldades de Rubí,
una mujer astuta y hermosa, cualidades a las que recurre para conseguir lo que
más desea: dinero y poder.Y qué decir de Memín Pinguín, icono de la historieta mexicana, para cuyo nombre se inspiró Yolanda en Guillermo de la Parra -su esposo- por ser tan bromista y pingo en su trabajo y con sus amigos. El negrito Memínes, sin duda, el personaje más simpático y con más ángel, de los creados por la escritora; de sinceridad conmovedora y un alma sin dobleces; su don, una terrible facilidad para provocar enredos a los que arrastra a sus amigos más cercanos: Ernestillo, Carlangas y Ricardo.
La historieta fue, junto con el cine y la radio, la parte más importante de la cultura popular; donde la gente aprendió a leer, a manejar una serie de discursos sobre la ficción, el amor, la ciudad y donde se formó un gusto por sólo diez centavos de aquel entonces.
A partir de los años 40 las narraciones de Vargas Dulché eran muy leídas en México, principalmente por las clases populares que esperaban ansiosamente el siguiente capítulo de la trama, que cada semana quedaba en suspenso, motivando con ello su compra cotidiana. Se trataba de una novela en forma de “cuadernito” con entregas periódicas, en el que a punto de concluir una historia ya se comenzaban a leer los primeros capítulos de la siguiente, lo que mantenía cautivos a los lectores.
La edición de la historieta representaba un proceso laborioso -prácticamente de tipo artesanal-, que consistía en tener cada semana un argumento para convertirlo de inmediato a guión y luego pasarlo al dibujante, que procedía a dividir la narración en escenas o secuencias, con los diálogos de cada personaje, además de trabajar los fondos, es decir la escenografía.
Todo se realizaba con muchísimo cuidado -aunque hubiera prisa- y estaba perfectamente calculado; los dibujos se hacían con la técnica del medio tono inventada por Antonio Gutiérrez, quien para lograrla realizaba los trazos con carboncillo para dar efectos de blanco y grises. Toda la historieta, de 32 páginas, se dibujaba en cartones y generalmente estaba a cargo de una sola persona, pero la portada era responsabilidad de otra muy distinta, que hacía una pintura con la técnica wash (parecida a la acuarela), estilo que se empleó desde el primer número.
Lo fundamental en este trabajo era contar con un buen equipo de trabajo, el cual poco a poco se fue integrando; desde luego estaban los dibujantes estrellas Sixto Valencia y Antonio Gutiérrez, Manuel Monterrubio (fondista), Gustavo Vidal y Antonio Acosta (letristas). Todo era trabajo individual y en equipo; todo era solidaridad, entusiasmo y responsabilidad.
Yolanda Vargas Dulché es un nombre relacionado a la televisión, a las historietas, al mundo de la farándula, pero pocas veces lo relacionamos con la Sociología, ciencia social que estudia la relación entre los individuos y los medios, generando un estudio sociocultural. ¿No trabajó toda su vida en este tema? ¿No comenzó en la radio, pasó a las publicaciones semanales, a la televisión y al cine? Vargas Dulché es un personaje que más allá de ser un ícono de las telenovelas, es un fenómeno de la sociología.
El inicio de Yolanda Vargas Dulché es de una infancia de cambios permanentes -que le permitió conocer, acoplarse, aprender- de la vida, escuelas, domicilios y amistades. La diversidad de ambientes fue factor primordial para formar su capacidad de adaptabilidad y conocimiento del ser humano -conocimiento empírico, pero válido-. Colaboró con Emilio Azcárraga Vidaurreta en la XEW, cantó y formó un dueto con su hermana al cual llamaron:“Rubia y Morena”, quienes cantaron al lado de Agustín Lara (el famoso flaco de oro), en un medio -la Radio- que dominaba el panorama nacional.
Trabajó con el Coronel García Valseca en el Periódico ESTO y ahí comenzó su carrera como empresaria en la rama de las publicaciones, con EDAR (Editorial Argumentos) modesta compañía que generó un emporio tan vasto, que tuvo que incursionar en el ámbito laboral para conformar una organización que controlaba toda la distribución de sus productos y también casi todos los medios de comunicación impresa a nivel nacional.
Se convirtió en el mejor cliente de papel de celulosa para la impresión de sus historietas. Pasó a ser la argumentista más importante en la televisión -medio que tuvo gran aceptación entre la población-, sus éxitos editoriales se convirtieron en acontecimientos nacionales en la pantalla chica y posteriormente en la grande.
Construyó un pueblo entero con escuela, iglesia, mercado y rastro en el Estado de Durango y por si fuera poco, y como final de telenovela, creó una cadena de hoteles en el territorio nacional.
¿Alguna duda del impacto sociocultural de la Señora Yolanda Vargas Dulché en el México incipiente de los 50’s hasta el de hoy? Fue y es un personaje al que México no le ha dado el peso específico que debiera.
Yolanda Vargas Dulché |
Fotografias: ® Manelick de la Parra Vargas
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